miércoles, 3 de enero de 2018

UNA CINTA MÉTRICA COMO ARMA DE GÉNERO

Escudo del MIT
(Imagen:www.web.mit.edu)
El famoso MIT (Massachusetts Institute Technology) es una de la instituciones científicas más importantes del mundo. Y no solo porque por sus pasillos anden un gran número de premios Nobel (y de futuros premios Nobel). Lo es por la forma que tiene de enfrentarse a los problemas.

Esta institución en los años 90 del siglo XX daría una lección al mundo entero sobre cómo afrontar los problemas de discriminación por razón de sexo. Todo empezó con Nancy Hopkins, profesora emérita y antigua catedrática Amgen de Biología en esta Universidad. En la década de los años 90, esta valiente investigadora tuvo que coger la cinta métrica para defender su trabajo, y de paso, poner de manifiesto que en instituciones académicas tan importantes como el MIT existían importantes discriminaciones en género. Para poder seguir desarrollando su labor investigadora, Nancy Hopkins, necesitaba ampliar su laboratorio. Ante la negativa de la dirección, la investigadora cinta métrica en mano se dedicó a ir midiendo los laboratorio de sus compañeros varones. El resultado fue claro. Su laboratorio tenía 140 metros cuadrados frente a los profesores júnior cuyos laboratorios eran de 185 metros cuadrados. Lo peor venía cuando Nancy Hopkins se compara con sus compañeros masculinos con los que compartía escalafón. En su caso, gozan de laboratorios que tenían entre 285 y 560 metros cuadrados. Es decir, había compañeros masculinos con un laboratorio el triple que el suyo.

El tamaño del laboratorio no era algo baladí. Más espacio implica más presupuesto, más personal, más recursos. Y todo eso se acaba traduciendo en mayor producción científica, mayor número de artículos de impacto, mayor visibilidad del trabajo y más posibilidad de premios que a su vez atraen a más presupuesto, personal,…

Nancy Hopkins
(www.nature.com)
Nancy Hopkins decidió plantar cara a esta situación y junto con otras profesoras de la institución presentaron un estudio sobre las situación de discriminación en el MIT. Lo que hace grande a una institución es cómo reacciona ante la presencia de un problema. La dirección de MIT no miró hacia otro lado y aceptó los resultados de los estudios presentados, reconocieron la existencia del problema y decidieron cambiar la situación con un cambio drástico de política. Desde la base, con la construcción de guarderías; hasta la cúspide, colocando a mujeres en puestos clave de administración, la famosa institución decidió coger el toro por los cuernos en busca de una solución real y efectiva. Los cambios se extendieron como la pólvora por todas las Universidades de Estados Unidos. Aunque la investigadora reconoce que todavía queda un gran camino por recorrer, los cambios conseguidos fueron en la buena dirección. Como expresó ella misma en una entrevista reciente, "Cuando trabajas en algo, como lo hizo el MIT, las cosas cambian. Cuando no lo haces, nada sucede. El tiempo por sí sólo no cambia nada; es la gente quien cambia las cosas." Las viejas preguntas vuelven a sonar. ¿Estamos trabajando bien? ¿Es el tiempo por si solo la solución? Obviamente, parece que la respuesta a ambas preguntas en No.