“Hace treinta años que me propuse conseguir un objetivo científico muy ambicioso. Me recordaron que, durante veinte años, los mejores laboratorios de todo el mundo lo habían intentado sin éxito y añadieron que cómo iba a conseguirlo entonces una chica perdida en un remoto laboratorio de Oriente Medio” Ada E. Yonath.
En la mayoría de los casos, ganar un premio es un reconocimiento a una labor bien hecha. Pero ganar un premio tiene la importancia añadida de dar siempre visibilidad a las personas que lo consiguen. Si además ese premio es el Nobel, la visibilidad se hace estratosférica. Durante las semanas posteriores a la concesión del premio, las personas premiadas pasan de ser conocidas en su entorno de trabajo a estar en el centro de los medios de comunicación, y por lo tanto, a ser conocidas por la sociedad. ¿Qué imagen se transmite de la ciencia tras las fotos de las personas premiadas fundamentalmente hombres? ¿Es proporcional el número de hombres y mujeres que se dedican a la investigación con el número de mujeres y hombres que son premiados al más alto nivel? ¿Podemos pensar que el número superior de hombres premiados sobre mujeres se traduce de manera proporcional en un mayor número de éstos en investigación? ¿Podemos llegar a asociar ese mayor porcentaje de hombres premiados a una mayor capacidad profesional?
Pero tomemos el ejemplo indicado, los premios Nobel. Podemos ver la lista de premiados a lo largo de sus 116 años de historia y observar la relación entre el número de mujeres y hombres que han recibido el galardón. La tabla inferior, centrada en las mujeres premiadas en áreas científicas y mostrando un número extremadamente bajo, muestra como las áreas de investigación básica (física y química) presentan un número mucho más bajo que el área más aplicada de fisiología y medicina.
Tras 116 años de historia de los premios Nobel, desde 1901, 18 investigadoras han conseguido alzarse con el deseado galardón. Eso significa una mujer premiada en campos científicos cada 6 años. Y si ya de por sí 18 galardonadas pueden parecer escasas, al compararlo con el número de premiados masculinos en el mismo período y campos científicos los resultados son todavía más esclarecedores como se muestra en esta otra tabla.
Algo más de un 5% de los premiados en fisiología y medicina son mujeres, un paupérrimo 2% son las mujeres premiadas en química y el dato más asombroso se alcanza en física donde no se llega al 1% las mujeres que han sido premiadas. Se podría esgrimir la justificación del retraso histórico de la mujer con respecto al hombre en el acceso a la formación superior y a los centros de investigación, pero el informe She Figures 2015 lo deja bien claro. Carlos Moedas, Comisario europeo de Investigación, Ciencia e Innovación, indica en el informe que las europeas están sobresaliendo en la educación superior pero solo representan un tercio del personal de investigación15. Eso significa que algo más del 30% del personal de investigación son mujeres. Porcentaje muy lejano al de las premiadas en los Nobel. Parece que las investigadoras llegan al punto de salida que es la educación superior pero no despegan posteriormente en los centros de investigación que son la rampa de lanzamiento para la obtención de los grandes premios. La idea del techo de cristal y el suelo pegajoso para la labor de las investigadoras vuelve a estar muy presente.
Maria Goeppert Meyer (Imagen: www.Eldiario.es) |
Observando las tablas anteriores, un caso especialmente asombroso es el del Nobel de Física. Solo 2 laureadas en los 116 años de historia del premio y la última de ellas, Maria Goeppert Meyer (1906–1972), hace más de 50 años. Como en todos los premios, el Nobel siempre ha ido acompañado de controversia en su entrega. Solo tres ganadores por premio hace que en las disciplinas científicas, donde desde hace muchos años se trabaja en grandes grupos de investigación, el premio deje fuera a muchas personas involucradas en los logros científicos premiados. Por otro lado, hay una cierta falta de transparencia al no poder conocer los nominados, y quién los nomina, hasta que pasan 50 años de su nominación.
Jocelyn Bell Burnell (Imagen:www.new.trinity.edu |
Con respecto a la ausencia de investigadoras premiadas con el Nobel de Física se puede destacar, por ejemplo, el caso bien conocido de una investigadora que no fue premiada, y sin embargo, su aportación fue determinante para el desarrollado de una investigación que sí sería galardonada con el premio. Este caso fue el de Jocelyn Bell Burnell en 1974. Ese año, Anthony Hewish y Martin Ryle (1918-1984) fueron premiados con el Nobel de Física. M. Ryle por sus observaciones e inventos, en particular de la técnica de síntesis de apertura, y A. Hewish por su papel decisivo en el descubrimiento de los púlsares. Jocelyn Bell Burnell era la estudiante de doctorado de Hewish y realizó el análisis de miles de datos, a veces de forma muy rudimentaria, hasta descubrir el primer púlsar en agosto de 1967. Más tarde detectaría la señal de otros 7 púlsares más. Gran parte de la comunidad científica se preguntó en su momento por qué no fue galardona si participó de manera decisiva en la investigación premiada. Las razones que se esgrimieron en su momento para no incluirla en el premio fueron, por un lado, el máximo de tres galardonados por campo, y por otro, no poseer el título de doctora en el momento de la concesión. Ninguna de estas razones convenció a una parte importante de la comunidad científica que no aceptó de buen grado la situación.
En una entrevista en 2013, Jocelyn Bell Burnell dio una visión de cómo era la investigación en aquellos años de su descubrimiento, “Antes, los grupos de investigación estaban compuestos por un Senior Man, que siempre era un hombre, para el que trabajaban un montón de estudiantes que no necesitaban pensar. El Senior pensaba y el resto hacía lo que él les pedía.” En primer lugar, hay que darse cuenta que Jocelyn Bell Burnell está hablando de la forma de trabajar en investigación hace apenas 40 años. Un gran jefe, hombre, que manda y dispone. Por otro lado, tal vez esa supeditación al Senior Man, que como indica la investigadora era siempre un hombre, justifica el hecho de que nunca Jocelyn Bell Burnell mostrara en las entrevistas que se hubiera sentido infravalorada a la hora de no recibir el premio Nobel de Física. Desde esa estructura de trabajo en los laboratorios de los años 70, ¿por qué una persona que solo recibe órdenes en su trabajo va a creer que merece un premio como el Nobel?
Pero la astrónoma Jocelyn Bell Burnell no es la única. Además, existen otros casos de mujeres cuyo trabajo fue fundamental para el desarrollo de los descubrimientos que fueron premiados con un Nobel.
Lise Meitner (Imagen:www.wikipedie.es) |
En 1944, Otto Hahn (1879-1968) recibió el premio Nobel de Química por el descubrimiento de la fisión nuclear. La física atómica austroalemana Lise Meitner (1878-1968) no fue premiada a pesar de que sus aportaciones fueron claves para el éxito del descubrimiento. Curiosamente, Lise Meitner fue propuesta para la concesión del premio Nobel de Física en 1924 y 1925. Además, en 1936 se la propuso para el Nobel de Química. Ninguna de las tres propuestas llegó a buen término.
Sin embargo, sí gozó del reconocimiento de otros premios. Lise Meitner recibió, por ejemplo, el premio Enrico Fermi o la medalla Max Planck. Incluso, con el tiempo, la investigadora recibió el reconocimiento de la comunidad científica en forma de elemento químico. Es el caso del científico alemán Peter Armbruster, codescubridor del elemento químico meitnerio, afirmó que “El nombre meitnerio busca hacer justicia a una víctima del racismo alemán y dar el justo crédito a una vida y trabajo científico.”
Chelín-Shiung Wu (Imagen:www.nsf.gov) |
En 1957, Tsung Dao Lee y Chen Ning Yang recibieron el Nobel de Física por sus estudios sobre el comportamiento de los procesos subatómicos bajo reflexión especular que implicaban la no conservación de la paridad en la interacción débil. La física de partículas, Chein-Shiung Wu (1912-1997), conseguiría la demostración de esos estudios a través de un complejo trabajo empírico. No sería galardonada por ello junto con Tsung y Chen. Al igual que ocurrió con Lise Meitner, aunque no recibió el premio Nobel, Chein-Shiung Wu sí recibió otros honores. Entre ellos se puede destacar: miembro de la Academia Nacional de Ciencias (1958), Premio Wolf otorgado del Estado de Israel (1978), el Premio de Investigación de la Corporación (1958) o el Premio Tom Bonner de la Sociedad Americana de Física (1975) de la que fue la primera mujer ser presidenta. En 1998, entró en el Salón de la Fama Nacional de la Mujer de América.
Los casos de Lise Meitner y Chein-Shiung Wu son dos ejemplos de la importancia de ciertos premios para conseguir visibilidad. Ambas consiguieron múltiples premios conocidos en el ámbito científico. Sin embargo, el Nobel, el premios de los premios en cuanto a visibilidad frente al gran público les fue negado. ¿Qué hubiera sucedido si hubieran sido premiadas? Obviamente se hubieran convertido en figuras conocidas por el gran público y hubieran sido durante los siguientes años referentes para múltiples estudiantes femeninas que iniciaban, o pensaban si iniciar, su formación académica en ciencias rodeas de hombres. Hombres en los bancos de los alumnos. Hombres en el claustro de profesores. Hombres en los libros de texto.
Aunque como hemos visto, el número de premiadas con el Nobel en campo científicos es muy escaso, no será hasta el año 2013 cuando se intente dar una explicación a este hecho. El punto de partida será la asombrosa sequía femenina relacionada con el Nobel de Física. En 110 años, dos premiadas. La respuesta será el Informe Blind Ambition de las investigadoras Susan White y Rachel Ivie. Las conclusiones acabarán salpicando fuera del premio Nobel y de las ciencias físicas.