“Cualquier cosa que haga una mujer debe hacerlo el doble de bien que un hombre para que sea considerada la mitad de buena” Rosalyn Sussman Yalow.
El encanto de la física, como el maravilloso libro de L. Glashow Sheldon, ha terminado por llegar a la
televisión en forma de serie de humor. The Big Band Theory, producida por la cadena de televisión CBS desde 2007 es un éxito de crítica y público prácticamente desde su inicio. Sus protagonistas son tres físicos y un ingeniero que trabajan en el famoso Caltech (California Institute of Thecnology) y que en los capítulos van mezclando sus peripecias investigadoras con las más comunes de cualquier persona. Si frente a los protagonistas masculinos, nos fijamos en sus tres protagonistas femeninas la situación resulta diametralmente opuesta . Dos de ellas son investigadoras en el campo de la microbiología y la neurociencia pero su trabajo pasa de puntillas en la serie. Pocos momentos de la misma transcurren en sus respectivos laboratorios mientras que en los casos de sus equivalentes masculinos las situaciones que se producen en ellos son múltiples. De la tercera de las protagonistas, casi mejor no hablar. Aunque con el paso de las temporadas el cliché se ha suavizado hay que recordar que empezó siendo una camarera rubia y atractiva que soñaba con ser actriz. Si echamos la vista hacia atrás vemos que más de 50 años después se mantiene prácticamente intacto el argumento y esencia de El profesor chiflado. Esta película de 1963, producida por Paramount y dirigida y protagonizada por Jerry Lewis junto a Stella Stevens hizo las delicias de millones de espectadores reproduciendo estereotipos que se mantienen en la actualidad.
A principios de octubre de 2013, poco antes de que la Academia Sueca de Ciencias diera a conocer el premio Nobel de Física de ese año, Susan White y Rachel Ivie, dos investigadoras del Centro de Estudios Estadísticos del Instituto Americano de Física (AIP), presentaron un informe titulado Blind Ambition. En ese momento, habían transcurrido 50 años desde que una investigadora fuera por última vez premiada con el Nobel de Física. Su nombre era Maria Goeppert Mayer y fue galardonada por proponer el modelo de capas para el núcleo atómico. Si hacía 50 años de la última premiada, para encontrar la siguiente premiada con el Nobel de física habían que remontarse a 110 años. La premiada en este caso era Marie Curie (1867-1934) y fue en 1903.
Este informe quería poner de manifiesto el escaso número de mujeres laureadas con el Premio Nobel de Física, 2 premiadas en 110 años, e intentaban dar una posible respuesta a partir de los datos que posee la institución para la que trabajaban las dos investigadoras.
Susan White y Rachel Ivie emplearon los datos disponibles de la AIP y una encuesta propia a 15000 investigadores, hombres y mujeres, para plantear cinco posibles explicaciones para el bajo índice de mujeres que han recibido el Premio Nobel de Física desde su creación. Las cinco posibles explicaciones para esta situación eran:
1. No hay demasiadas mujeres doctoradas en Ciencias Físicas.
2. No hay demasiadas mujeres desarrollando el tipo de investigaciones de vanguardia que son laureadas con este tipo de prestigiosos premios.
3. Las mujeres no tienen las mismas oportunidades y recursos para desarrollar su carrera investigadora y que le permitan estar en posición de ganar el Premio Nobel.
4. Entre las personas nominadas se incluyen muy pocas mujeres.
5. La probabilidad de ganar el Premio depende del sexo de los investigadores.
Veamos muy brevemente las conclusiones que extraen las autoras de trabajo.
|
Maria Goeppert Meyer
(Imagen:www.Eldiario.es ) |
No hay demasiadas mujeres doctoradas en Ciencias Físicas. El número de mujeres que han obtenido un doctorado en Ciencias Físicas en universidades norteamericanas oscila entre el 7 por ciento en 1980 y el 20 por ciento en 2011 del total. Las investigadoras tomaron ese 7 por ciento de mujeres en 1980 y se fijaron en los premiados desde 1990. White e Ivie admitieron que era es un enfoque simplista, pero ofrecía un punto de partida para estudiar la situación. Además, consideraron que se necesitan aproximadamente 10 años para que la carrera profesional de un investigador se estabilice. Esos 10 años y el 7 por ciento de mujeres con un doctorado en Física en Estados Unidos establecieron la base del trabajo de investigación. Desde 1990 hasta 2012, 57 hombres habían sido premiados con el Nobel de Física. Con todos esos datos, las posibilidades de que esos 57 premiados sean todos hombres, como había ocurrido, era menor al 2 por ciento. Una probabilidad bajísima para justificar, mediante el número de mujeres doctoradas en Ciencias Físicas, la ausencia de mujeres entre los premiados con el Nobel de Física.
No hay demasiadas mujeres desarrollando el tipo de investigaciones de vanguardia que son laureadas con este tipo de prestigiosos premios. A partir de otro estudio de la AIP iniciado hacía 15 años, sobre estudiantes de doctorado que lo realizaron en diferentes universidades de Estados Unidos y dónde se habían tomado datos durante 5 años, se mostraba que tanto hombres como mujeres estaban igualmente capacitados para trabajar en laboratorios de investigación o en el ámbito académico. Además, también mostraba que ambos estaban igualmente capacitados para la investigación básica, que es el tipo de investigación que conduce a la adquisición del deseado Premio Nobel. Por lo tanto, deben de existir mujeres que estén realizando el tipo de investigación de vanguardia que gana el Premio Nobel, y por tanto, la segunda posible explicación tampoco era válida.
Las mujeres no tienen las mismas oportunidades y recursos para desarrollar su carrera investigadora y que le permitan estar en posición de ganar el Premio Nobel. Las investigadoras plantearon que esta tercera opción podía ser, en parte, la respuesta a esa disparidad entre premiados y premiadas. Incluso si hombres y mujeres seguían caminos similares, quizás algo ocurría a lo largo de ese camino que facilita a los hombres a desarrollar investigaciones que conducen a la obtención del Premio Nobel. Aquí vuelven a aparecer los denominados suelo pegajoso y techo de cristal. Los resultados de una encuesta realizada a casi 15000 físicos, hombre y mujeres, en todo el mundo, mostraban que las mujeres no tienen el mismo acceso a las oportunidades y recursos para progresar en su carrera investigadora que los hombres. Pero, ¿por qué no accedían? ¿Podía tratarse de una valoración desigual de méritos?
Entre las personas nominadas se incluyen muy pocas mujeres. Uno de los problemas que suele asignarse al premio Nobel es que las candidaturas se mantienen en secreto durante 50 años y esto hace imposible conocer el número de mujeres existentes entre los nominados (lo mismo ocurre con las personas que nominan a otras). Por tanto, podría ser que las mujeres nunca alcancen a estar presentes dentro del grupo de nominados o que lo hagan en un número muy pequeño. Esta posible respuesta solo podría ser valorada tras un cambio en los estatutos del Premio Nobel que permitiera conocer en tiempo real los nombres de las personas nominadas y los nombres de las que los nominan.
|
Marie Curie
(Imagen:www.biography.com) |
La probabilidad de ganar el Premio depende del sexo de los investigadores. Aunque es imposible conocer si existen o no mujeres entre los nominados al premio Nobel de física en tiempo real, la investigación partió de punto más favorable para las mujeres investigadoras y supuso que dentro del grupo de nominados hay un número representativo de mujeres. Las investigadoras pusieron de manifiesto que estudios realizados en las Ciencias Sociales apoyaban la existencia de un sesgo inconsciente según el cual las personas actúan bajo esquemas preconcebidos como el que las mujeres no pueden hacer Ciencia tan bien como los hombres. Fuese cual fuese el significado de este sesgo inconsciente: menores oportunidades y recursos, menores oportunidades de desarrollar su trabajo o menores probabilidades de ser nominadas; el resultado es el mismo: un menor número de galardonadas en este campo, y en particular, en el Premio Nobel.
Al final de su informe, las investigadoras plantean una inquietante pregunta: ¿Podría darse la situación que mientras se han apoyado políticas para aumentar la presencia de la mujer en las distintas ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, los encargados de juzgar los trabajos de investigación han sometido su valoración a este sesgo inconsciente? Nuevamente, las investigadoras plantean que el escaso número de mujeres laureadas con el Nobel de Física siguiere que así sea.
En la búsqueda de una solución, White e Ivie plantean que para evitar este sesgo inconsciente se podría plantear la idea de estudiar los trabajos de investigación sin conocer las personas que los han producido. Para el Premio Nobel, y otros muchos, esta opción sería prácticamente inviable ya que los nominados y sus investigaciones son bien conocidos dentro de su ámbito de trabajo. Sin embargo, sí parece posible desarrollar esta idea en los niveles iniciales de la investigación para poner de manifiesto las desigualdades existentes, a nivel de oportunidades y recursos, en el desarrollo de la investigación de vanguardia. De esa manera se conseguiría una evaluación ciega de las investigaciones y así las jóvenes investigadoras podrían tener una valoración más justa de su trabajo alejada de sesgos por valoración de sexo. Una valoración más justa llevaría inevitablemente a un mejor posicionamiento de la mujer en el camino de las progresión profesional, y como resultado, una mayor presencia femenina entre las investigaciones galardonadas.
En el informe Blind Ambition también se establece que la mayoría de los esfuerzos se han centrado en incrementar la presencia de la mujer en la Ciencia Física. Sin embargo, se vuelve a plantear una pregunta, ¿estos esfuerzos han distorsionado, y tal vez ocultado, el problema fundamental de acceso de la mujer en las mismas condiciones que el hombre en el campo de investigación de las Ciencias Físicas? Lograr aumentar el número de mujeres premiadas con el Nobel no puede convertirse simplemente en una cuestión de aumentar el número de licenciadas o doctoras en este campo si luego se las abandona en el desierto una vez que han llegado a formarse en este campo. No se necesitan más mujeres con estudios en física para conseguir más premios Nobel. Ese esfuerzo es inútil si no se trabaja también en otra dirección. Se necesitan una condiciones iguales a las del hombre para conseguirlo.
La aparición de informe Blind Ambition supuso un duro golpe a muchas de las ideas preconcebidas sobres las relaciones entre género y ciencia. La puesta de manifiesto de este sesgo inconsciente es muy importante no solo desde la propia perspectiva de género, sino también desde la propia esencia del trabajo científico. Como indica de manera muy acertada Pilar López Sancho, actual presidenta de la Comisión de Mujeres y Ciencia del CSIC, "siempre habíamos pensado que la discriminación era una cuestión de tiempo, pero varios estudios demostraron que provenía del sesgo (también en las mujeres) en la valoración de méritos. Y esto es algo que nos molesta aceptar en una profesión en que la objetividad es fundamental". En una profesión como la científica donde la objetividad es fundamental, un sesgo en la valoración de los méritos hace que la pierda.